La ciudad del oso y el Madroño
Cuando la memoria me lo permite, también evoco las risillas nerviosas de los enamorados sentados justo frente al estanque y con la mirada fija a la inmensidad del atardecer que nos atrapó también esa vez . Nadie notó aquellos besos, miradas y risitas, sólo lo hicieron dos locos foráneos como tú y yo, que al primer dejo de amor vibramos ante la imposibilidad de hacernos compañía en la lejanía de otra tierra. Así recuerdo a la ciudad de las grandes puertas, las gitanas, el pasodoble y la Almudena de escalinatas altas...
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